Las características que se exponen a continuación deben presentarse con una periodicidad frecuente, una prolongación excesiva, y una intensidad elevada para que puedan considerarse como un patrón comportamental de agresividad infantil.
- Manifestaciones impulsivas. Los niños agresivos tienden a desarrollar conductas impulsivas, es decir, presentan problemas para controlar o inhibir ciertos comportamientos. En este sentido, se sienten con la necesidad de satisfacer sus pretensiones o deseos de forma inmediata, sin reflexionar acerca de las consecuencias de sus actos. Se trata de niños que tienen dificultad para “pensar antes de actuar”. Las manifestaciones impulsivas repercuten en el equilibrio de las emociones, en el desarrollo de vínculos afectivos, y en la adaptación escolar y social del pequeño.
- Rabietas y arrebatos. Desde muy temprano (entre los dos y tres años de edad) los niños tienen berrinches y arrebatos para manifestar necesidades básicas tales como: apetencia, sed, cansancio, sueño. Se puede decir que las rabietas son demostraciones explícitas e intensas de un malestar, una frustración, o un llamado de atención. El problema se presenta cuando el niño se vale de cualquier estímulo para hacer berrinches injustificados, inmaduros, y agresivos, en un intento de manipular a los padres o responsables. De este modo, si el pequeño no logra realizar lo que quiere, o tiene problemas para expresar lo que desea es bastante probable que manifieste su insatisfacción y su agresividad por medio de extenuantes berrinches. En ocasiones, las rabietas pueden llegar a ser frecuentes y destructivas, en este caso, se recomienda consultar con un psicólogo.
- Desobediencia. Gran cantidad de niños con comportamientos agresivos también son díscolos, discutidores, y desobedientes. Son menores reacios a cumplir con las resoluciones de los padres y con las normas del hogar. Se resisten, protestan y no acatan las exigencias o peticiones de los adultos. En líneas generales se considera a un niño como desobediente cuando: a) No cumple con los cometidos ordenados en un lapso de tiempo prudente (los intervalos varían, no obstante se recomienda un lapso entre tres y diez minutos), b) No finaliza las actividades asignadas, c) No sigue las normas, ni los acuerdos preestablecidos. Por ejemplo, en el seno de la familia se establecen reglas parentales tales como: no decir palabras soeces u ofensivas, no jugar con la comida, en este caso, el niño en actitud retadora desobedece el acuerdo.
- Intimidación Verbal. La amenaza verbal es otra importante característica de los niños con conductas agresivas. Se ha demostrado que estos infantes buscan amedrentar, atemorizar e inquietar al amenazado. Es así como los niños agresivos- intimidadores anuncian que realizarán un mal a la víctima (causar lesiones, maltratos, daños psicológicos, muerte), generando un estado de intranquilidad, desasosiego y miedo en la misma.
- Intolerancia a la frustración. Las frustraciones, las decepciones, y las desilusiones también son parte importante de la vida. En el caso de los niños agresivos, tienden a reaccionar con rabia, enojo, e incluso ira cuando su querencia o necesidad no ha sido satisfecha. Al ser poco tolerantes a la frustración, el menor no sabe cómo enfrentar las dificultades, y las limitaciones personales. Usualmente, los niños con comportamientos agresivos experimentan frustración ante circunstancias tales como: a) Sentirse contrariados u obstaculizados por sus padres (los representantes no ceden ante un capricho), b) Cuando no obtienen lo que desean (pierden un juego, fallan en una evaluación escolar), c) Experimentan alguna imposibilidad o incapacidad en su rutina diaria.
- Discusiones, gritos y pleitos. Las discusiones familiares son normales y ocurren frecuentemente. Si se da un debate de forma respetuosa, con ciertos límites, intentando buscar soluciones a conflictos se debe considerar como una disputa aceptable y productiva. Ahora bien, la situación se convierte en problemática cuando la agresividad infantil se manifiesta por medio de discusiones descontroladas, gritos y pleitos con hermanos, padres o compañeros. De este modo, los menores alzan su voz para ofender, llamar la atención o insultar a sus allegados. Inevitablemente, si un niño canaliza su agresividad a través de pleitos recurrentes, superfluos o caprichosos se afecta a sí mismo, y deteriora sus relaciones amicales, familiares, y escolares.
- Irritabilidad y descontento. Los infantes agresivos tienen fuertes temperamentos y por lo general se ponen de mal humor con rapidez y facilidad. Estos pequeños suelen ser realmente sensibles ante cualquier clase de estímulo, razón por la cual reaccionan con una irritabilidad desproporcionada. Además, es bastante común que el niño se muestre descontento consigo mismo, con su familia, e incluso con el orden social. Se puede afirmar que la dificultad en el manejo de las emociones es evidente y tiene profundas repercusiones en las interrelaciones del menor.
- Daños a bienes materiales. La agresividad infantil también se manifiesta en conductas destructivas orientadas a dañar o deteriorar bienes del propio infante o de la persona que quiere agredir (ropas, juguetes, lentes, artefactos, mobiliarios, equipos, entre otros).
- Tendencia al Psicoticismo: Los niños agresores experimentan una emotividad intensa, normalmente son: ansiosos, inseguros, intolerantes al estrés físico o psicológico, reactivos, inestables, y tensos. Un infante con tendencia psicótica no muestra preocupación o interés por el bienestar de los demás, de hecho, manifiesta agrado al humillar o menospreciar a sus pares o representantes, incluso, puede considerarse como un menor cruel e insensible.
Recuperado de: https://www.psicologosbogota.com/psicologia/agresividad-infantil/
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