Pero a pesar de estas sugerencias, veces la situación resulta preocupante y demasiado difícil de gestionar y los padres deben plantearse la necesidad de pedir ayuda a un psicólogo infantil cuando la edad, duración, frecuencia e intensidad de los episodios de agresividad, supera a lo esperado, separando lo que es un periodo evolutivo de lo que es un problema o un trastorno.
Podemos hablar de problema cuando tiene un origen educativo, y trastorno a lo que tiene un origen biológico, tratándose en todas las opciones de un asunto muy serio, ya que un comportamiento excesivamente agresivo en la infancia predice, no solo la manifestación de agresividad durante la adolescencia y el resto de la vida, sino una mayor probabilidad de fracaso académico y la existencia de otras patologías psicológicas durante la edad adulta.
El psicólogo infantil debe valorar qué factores de riesgo pueden estar influyendo en la conducta agresiva infantil y plantear una estrategia para reconducción de la situación, trabajando tanto a nivel individual con el menor, como con la familia y entorno socioeducativo.
La intervención debe incluir programas para aprendizaje autorregulación emocional, construcción de los sistemas ejecutivos y al aprendizaje de las normas morales.
Para reducir la agresividad infantil, el psicólogo, tendrá que orientar a los padres hacia un estilo educativo adecuado que incluya la atención, dedicación, afectuosidad, control, flexibilidad y disciplina, con capacidad de negociar, ya que es según demuestran los estudios, los que generan niños sin problemas ( 1989).
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